domingo, 7 de marzo de 2010

Todo se movía… Todo se movió.

Se mueve todo.
Lo que creímos invencible cayó, lo que imaginamos imperecedero se extinguió, en lo que confiábamos y admirábamos nos embistió con varios metros de altura.
¿Qué hacer ante esto?
Llorar lo necesario, sacudirnos el polvo y volver a empezar.

Todo se mueve.
Las certidumbres, las confianzas, las relaciones. Cambian las prioridades, se olvidan los rencores, se ama con más fuerza.
Esperamos que eso perdure.

Se mueve todo.
Nacen miedos que no existían. La pena es más grande, porque no es 1 ni 2 ni 3, son cientos (quizás miles en los próximos días).
Los que estamos más lejos (pero no tanto) intentamos imaginar las escenas que debieron enfrentar, pero sólo podemos especular, basarnos un poco en las imágenes que hemos visto plasmadas en pantallas gigantes.
No alcanzo a dimensionar la grandeza de su dolor, pero envío mi cariño y esperanza a través de la distancia. Una oración se ha dirigido al cielo por ustedes y a través del viento he lanzado un montón de abrazos, espero lleguen a tiempo.

Todo se mueve.
Y no son sólo las réplicas. Se mueve el corazón. Imposible permanecer estoico ante tamaño descalabro.
Intentamos volver a la rutina, seguir viviendo las preocupaciones triviales, para no extrañar tanto, para no sucumbir ante tanta tristeza en el ambiente, para no sentir el miedo y la soledad, para volver a ver a nuestro país levantarse.

Se mueve todo.
Y se seguirá moviendo. En un par de meses, años o décadas la tierra volverá a remecerse, pero estaremos mejor preparados, en esa ocasión habrá menos tristeza y más abrazos.
Por ahora, nos levantaremos, sufriremos por un tiempo, pero antes de lo que imaginas estaremos de pie, dispuestos a seguir luchando, a seguir construyendo, a seguir soñando.

Se mueve todo (ahora sí es una réplica).

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